Mi Comida en la Oficina… Oneshot


Título del shot: “Mi Comida en la Oficina”
Pareja: HenMi
Autora: Lunis HeeChan
Tipo: Yaoi, AU
Género: cómico, lemon
Clasificación: +16
Advertencias: ¿Vértigos? Hahahaha… ninguna advertencia.
Comentario del Autora: Eso es algo que le debía a mi comadre Mew, pues ella fue la que me incito a escribir esta pornosidad. Aunque espero que todas las disfruten tanto como yo, porque muchas saben que amo el HenMi casi tanto como mi SiChul.

Disfruten la lectura…


Zhou Mi POV

La puerta del coche se abría mientras una mano extendida, esperaba por mí para bajar del auto. Por última vez arregle mi corbata y alise mi traje Armani antes de tomar la mano que me ayudaba a bajar, mi vestimenta siempre debía estar perfecta, como se espera que sea en los directivos de las grandes compañías y yo, soy uno de ellos.

Camine con grandes zancadas hacia la enorme puerta de cristal del edificio, ya que mi altura lo permitía de esta manera sin perder el porte o verme apresurado. Mientras caminaba admiraba el edificio, digno representante de la prosperidad en la que estábamos viviendo, ya que nuestra empresa se estaba colocando entre las mejores.

La fachada de cristal bastante llamativa, hacía que las personas se detuvieran ya sea admirando la estructura o mirando su propio reflejo, como yo mismo hacia a menudo. Esta vez no pude dejar de hacerlo, la elección del traje oscuro hecho esta mañana había resultado muy acertada, muy en tendencia de la moda. Frío, elegante y lo mejor, resalta mi figura. Ni hablar de mi trasero, la prenda se ajusta como guante.

Olvide decirles que soy gay. Hace mucho tiempo que lo soy, mi familia lo sabe pero no por eso todo el mundo lo debe de saber, soy muy dueño de mi vida privada. Para eso suelo rodearme de las personas adecuadas manteniendo mi privacidad.

Pronto las puertas del elevador se abren para dar paso a mi oficina. Mak, mi secretario con agenda en mano, ya me espera a la salida de este poniéndome al tanto de lo más importante que hacer en el día. Mis sentidos se agudizan prestando atención para responder a mi secretario y dar instrucciones de lo que debe hacer mientras camino respondiendo a los saludos del personal de oficina que me encuentro en el camino con una gran sonrisa a la vez. Ser un alto ejecutivo no quita lo amable, eso lleva a una buena armonía laboral.


― Y por último, la junta que se iba a llevar a cabo a medio día se ha cancelado, en cuanto se reprograme nos avisarán. ―termina por decir.
― Por favor, quiero que estés muy pendiente de eso, si es necesario presionar. Hazlo. ―le digo desabrochando el saco de mi traje, antes de sentarme detrás del gran escritorio negro lustroso. Mi oficina además de ser de las más amplias, tiene una vista sorprendente detrás del escritorio. Esos grandes ventanales que luce el edificio no fueron en vano―. Es muy importante que se realice lo antes posible.
― Si señor, estaré llamando todos los días para hacerles saber que estamos impacientes.
― Muy bien. Has entendido mi punto. ―Mak tiene una gran sonrisa al saberme satisfecho.
― Enseguida le traigo su té.
― Esta bien, y por favor, podrías pedir algo para comer, me quedaré hoy en la oficina.
― ¿Se va a quedar, señor? ―se le nota desconcertado y no es para menos, sabe lo mucho que detesto comer en la oficina o al menos eso les he dado a entender con mis salidas a comer acompañado de una que otra amiga.

Una de las cosas que he tenido que hacer es mantener las apariencias, por lo que constantemente tengo citas a comer con alguna amiga y no es que me queje, ya que tengo varias hermosas y muy buenas amigas. Muchas de ellas saben mi secreto.

― Tengo que terminar el informe de revisar el informe que mandaron de nuestra filial China. ―le digo poniendo manos a la obra con los papeles que tengo pendientes mientras la laptop enciende―. Por cierto, quiero que traigas los archivos que te pedí buscar la semana pasada, los voy a necesitar para realizar un comparativo.
― Sí señor.
― Gracias. ―le agradezco con una sonrisa para antes de verlo dar media vuelta para salir―. ¡Mak!
― Dígame.
― No se te olvide mi té.
― ¡Oh! Claro, señor.

La mañana paso rápido entre documentos y revisión de correos, con el fin de semana estos se acumulaban en mi correo electrónico. Descartar los importantes de los que no llevaba un poco de tiempo. Por eso cuando me di cuenta, ya era hora de comer, pues Mak ya llegaba con la comida en una bandeja y por el olor, supe que me había encargado comida tailandesa. Mi favorita.

Sin decirle nada, distribuyo la comida en una mesa con ruedas a un lado de la ventana que tenía para eso, y cuando hubo terminado se volvió hacia mí.

― Huele delicioso, gracias.
― Buen provecho. ―hizo una venia y se fue.

No sabía que tenía hambre, hasta que el olor de la comida llego directo a mi estómago, reclamando por ella. Acerque la mesa hasta donde me encontraba sentado y me dispuse a comer disfrutando de la vista a través de la ventana, agradecido de la privacidad que daban los mismos. Pues si bien los otros edificios que se encontraban alrededor no estaban demasiado cerca, que nuestro edificio contara con vidrios aprueba de mirones era un plus.

― Hace mucho que no tenía un tiempo tan tranquilo. ―intento relajarme un poco sobre el sillón al llegar al postre que Mak, ha tenido a bien pedir para mí.

Estaba por comerlo, cuando un sonido extraño en la ventana, capto mi atención. Era algo sordo y apagado, pero se lograba escuchar el golpeteo. Giro mi sillón y levanto la vista hacia donde proviene el sonido, solo para encontrarme con unas fuertes piernas suspendidas  en un andamio flotante.  

Usualmente nuestro personal de limpieza utiliza unos overoles azules de cuerpo entero, para evitar la suciedad en sus cuerpos. Dicho uniforme es proporcionado por la empresa. Sin embargo este vestía el overol arremangado de las piernas, dejando ver la piel de sus velludas piernas. ¡Y que piernas! Muy bien trabajadas.

La curiosidad comenzó a invadirme al grado que termine por levantarme del sillón y caminar hacia esa ventana, algo en medio de esas piernas captó mucho mi atención, pues no solo sus piernas se veían fuertes, el paquete del muchacho distaba mucho de ser pequeño. Parecía no caber dentro de sus pantalones como él mismo lo dejo ver, pues pude ver cómo una vez su mano fue a parar aquel bulto y acomodarlo dentro de sus pantalones. Lo que me dejo ido pensando en cómo se vería sin esos overoles relavados, al grado que mis propios pantalones me llegaron a incomodar, pero no podía dejar de mirar.

En un momento, el andamio flotante pareció moverse y bajarse al grado de asustarme, preocuparme por el chico para mi asombro y preocuparme que me viera mirando sin nada mejor que hacer, sin embargo recuerdo que el vidrio es a prueba de mirones y para mi suerte, el andamio no llego a bajar tanto así que su cabeza seguía en el piso de arriba, sin embargo bien podía ver completamente su cuerpo.

Muerdo mi labio disfrutando la vista, sí, me gusta lo que veo.

El timbre del intercom y la voz de Mak avisando sobre una persona que me esperaba, me hizo saltar y salir de mis pensamientos.

― Pásalo a la sala de juntas. ―le dije, por algún motivo no quise que nadie viera lo que yo estaba mirando, que quedara como algo solo para mi deleite y que seguramente no sucederá otra vez.

Esa noche no pude sacar de mi mente aquella imagen, me invadía una excitación incomprensible, ¡porque ni siquiera le había visto la cara! Y no es como si lo hubiera visto desnudo tampoco, aunque ya llevaba algunos días sin acción, por lo que supuse que se debía a esos días de abstinencia, porque ni loco me fijaría en alguien de rango tan bajo como un limpia ventanas.

Después de ese día mi imaginación no dejo de jugarme bromas con ese chico. Llegue a imaginarlo llegando a mi lado haciendo girar el sillón para dejarme frente a él y sacando ese gran miembro que vi oculto detrás de los pantalones del overol. Esa imagen hizo que mi pene despertara y un poco de presemen escapara, haciéndome correr al baño para limpiarme, antes de que alguna mancha lograra aparecer en mis finos pantalones.

― ¡Esto es ridículo! ―me dije un momento después de limpiar mi desastre y darme cuenta en la ridiculez que estaba pensando― ¿Qué si huele feo? ¿Y si tiene una cara de miedo? A lo mejor es un viejo verde con un cuerpo atlético… ― “iuuuuck”, pensé. ― Dios, debo de dejar de pensar en esto.

Al pasar los días de nuevo lo vi, pero ahora suspendido en un arnés, parecía estar en un columpio. Supe que era el mismo por las fachas que traía, el overol arremangado, las mismas piernas y cuerpo. Lo mejor que esta vez pude ver su rostro.

Apartando el casco y las gafas protectoras que ocultaban un poco su rostro, me di cuenta que en realidad era joven y algo bien parecido. El cabello que dejaba ver el casco era de un castaño oscuro y sus ojos rasgados parecían querer verlo todo, curiosos mientras limpiaba el ventanal, afortunadamente nada podía ver.

De un momento a otro de nuevo su mano fue a parar entre sus piernas, acomodando su paquete, tardando más de lo normal. Aunque esta vez tenía un poco de razón, pues el arnés debía apretarle esas partes de su cuerpo y recordando aquello entre sus piernas no es nada pequeño.

Y ahí estaba yo, mirando aquel limpia ventanas suspendido frente a mi ventana, el tratando de limpiar y hacer menos ajustado el arnés entre sus piernas y yo, tratando de liberar el dolor entre mis piernas. Días fantaseando con aquel limpia ventanas, jugaban con mi cuerpo y si no hacía algo con el calor que estaba sintiendo... ¿Cómo iba a salir de aquí con una erección notoria en mis pantalones?

Este día iba a liberarme de toda esa fantasía y sueños que había armado en mi cabeza, si quería dar vuelta a la página.  No sé porque me parecía algo erótico ver aquel cuerpo bien trabajado, un simple limpia ventanas suspendido en el aire haciendo su trabajo y sobre todo, aquel gran paquete entre sus piernas que ni siquiera sabía si sería real o no. Quizás era por ser algo prohibido, un alto directivo y uno de sus empleados, o la simple fantasía de algo arriesgado en la oficina. El problema es que nunca había pasado por esto sin conocer antes a la persona.

Me dejo caer en uno de los cómodos sofás de mi oficina, a modo de no quedar de frente al chico y si poder verlo de reojo mientras intento liberar mi erección. Aun cabía en mí un poco de pudor a pesar que no pudiera verme, y es que esos ojos tras las gafas, parecían clavarse en mí y eso, aunque sabía que no podía verme me cohibía.

― ¡Qué más da! ―en mi vida he sido tímido, no iba a comenzar a serlo.

Como puedo arrastro el sillón hasta dejarlo viendo hacia el ventanal y me acomodo en el con las piernas abiertas para darle cabida a mi mano. Mientras me masturbo, me concentro en aquellos ojos y de vez en cuando en aquel bulto que comienza a ser más ¿notorio? Quizás es mi idea, no es como si pudiera excitarse al verme cuando comienzo a masturbar mi eje de arriba abajo, sin embargo la idea de que pudiera estar mirando causa estragos en mí.

Mi cuerpo se arquea por voluntad propia tratando de encontrar su liberación, mi boca se abre en busca de aire con un jadeo en busca de aire y mi eje se endurece más si es posible. Debajo de la ropa, mis pezones se paran en punta ante la mirada de aquel que está colgando en el ventanal y es cuando me doy cuenta, que también se está masturbando por encima de la ropa mirando lujuriosamente mi cuerpo.

Y eso me hace llegar al clímax en mis manos, mismo que no llego a disfrutar del todo, pues justo en ese momento el limpia ventanas se tambalea, de algún modo los seguros en su entrepierna se abren por los movimientos hechos por su mano y lo veo caer ante mis ojos al vacío.

― ¡Oh Dios, no! ―logro alcanzar un papel de mi escritorio para limpiar mi mano y abrochar mi pantalón, antes de salir precipitado de mi oficina. ¡Aquel chico había caído! No es como si me fuera a quedar cruzado de manos sin hacer nada―. ¡Llama a una ambulancia! ―grito a Mak mientras me dirijo corriendo hacia el elevador― ¡De prisa! Y llama a enfermería, que manden un doctor―le apuro cuando se me queda mirando extrañado.
― ¡¿A dónde lo mando?! ―escucho que Mak grita pero ya no logro responder porque las puertas del elevador se cierran.

Ni siquiera sé porque pido una ambulancia, tal vez no quede mucho por hacer y tampoco sé porque estoy corriendo sin pensar mucho en la escena que veré. Solo sé que algo en mi interior me dice que si le pasa algo a ese chico será mi culpa.

― No, por favor. Que esté bien, por favor Dios. ―voy rogando mientras me precipito fuera del elevador cuando las puertas se abren. Sin pensar, paso corriendo por recepción y al verme pasar, dos de los policías que vigilan la entrada me miran extrañados―. ¡Síganme! Voy a necesitar su ayuda.

Sin mucho aire en mis pulmones, pues no tuve que correr mucho, ya que mi oficina se encuentra en la parte de frente del edificio. Trato de tomar aire doblado con mis manos en las rodillas mientras mis ojos buscan el chico o lo que sea que haya quedado de él. Sin embargo no hay nada, ni cuerpo, ni sangre nada. Los policías comienzan a inquietarse y hacerme preguntas que no puedo responder, mientras hablan por sus radios con el personal de vigilancia dentro del edificio.

― ¿Está bien? ―por último me pregunta. Estoy a punto de responderle, cuando el sonido sordo de algo rechinando capta mis sentidos.

Detrás de una columna que se desplanta desde el segundo piso hacia la mitad del frente formando un arco que solo da vista al edificio, una plataforma llega hasta el suelo tambaleándose por no ser manejada correctamente para que baje ambos lados al par, veo bajar al chico que esperaba ver desparramado por el suelo.

― Pero… ¿Cómo? ―no me explico.

Algo contrariado y sin poderme mover, lo veo bajar y quejarse de un hombro al recargarse en la plataforma. Con algo de lentitud, lo veo despojarse del equipo de seguridad de su cuerpo, su casco deja ver su cabello efectivamente de color castaño, como lo adivine y al quitar sus gafas de seguridad, unos ojos rasgados se dejan ver. De nuevo se recarga, esta vez haciendo presión en su hombro para después quejarse. Muerdo mi labio inferior al darme cuenta que estaba tan errado en las facciones del chico. Es guapo. Y no es un viejo verde.

Corro hacia él sin pensar.

― Vamos, te voy ayudar. ―le digo en cuando llego a su lado y apoyo su brazo no lastimado a mi alrededor para que se apoye, ya que no puedo saber si se encuentra lastimado de algún otro lado.
― ¿Usted? ―él se me queda viendo como si yo no fuera real―. Pero si estaba…
― Sí, sí, ya sé dónde estaba. ―le callo antes de que diga algo más, ya que los policías no tardan en llegar a nuestro lado.
― ¿Qué sucede señor Wang? ―pregunta uno de ellos mientras me dirijo dentro rumbo a los elevadores.
― Necesita ayuda. Está herido. ―le respondo.

Y no tengo que decir más, y cuando me piden que les deje ayudar, simplemente me niego.

― Yo lo llevaré a mi oficina. ―y luego murmullos, no puedo dejar de escuchar cómo se asombran, otros incluso murmuran que es un acto bondadoso de mi parte. Todos sus comentarios me hacen sentir incómodo pues nunca había hecho algo como esto con ninguno de mis empleados, agregando que hasta que vi a este chico, no sabía de la existencia de los limpia ventanas. Una parte de mí siente culpa.

Sus constantes miradas me hacen consiente de la facha que traigo. Ni siquiera tuve tiempo de meter la camisa a mi pantalón, se habrán dado cuenta que no es mi imagen habitual. Yo solo ruego porque ninguna mancha de lo que hice allá arriba, haya quedado en mi ropa.

― Apóyate en mí, te llevaré arriba.
― Pero si de allá vengo. ―me dice bromeando, haciéndome sonrojar y después pensar que casi pierde la vida, la preocupación… ¡Me preocupo por él! Y me sale con esto. Veo las puertas del elevador cerrarse.
― Necesitas ayuda médica. ―mi voz sale más golpeada de lo normal.

El limpia ventanas que casi viene colgado en mí, hace una cara de preocupación y voltea a mirar a otro lado. Me golpeo mentalmente pues no quise que mis palabras salieran así, aunque supongo que es todavía por la adrenalina del momento. Se hace un silencio incomodo dentro del elevador en cuanto subimos arriba piso por piso.

Minutos después el doctor revisa las heridas de Henry en mi oficina, el doctor Park es quien le ha preguntado su nombre para su ficha médica que le hace la empresa, en la cual dice que está totalmente sano, porque me permití espiar. Y también por pedido del doctor Park, ha tenido que bajar la parte de arriba de su overol, dejando al descubierto parte de su pecho y brazos, ya que aún viste una camiseta sin mangas como ropa interior.

Aun así no puedo dejar de mirarlo cuando el doctor se mueve alrededor de él revisándolo, su fuerte torso se mueve con cada movimiento y cuando el doctor revisa el brazo que venía cuidando, no puede evitar aguantar un quejido de dolor al darse cuenta que lo observo. El calor comienza a subir a mi rostro al saberme descubierto y poco a poco los pensamientos que me mantuvieron despierto las últimas noches vuelven y darme cuenta que el chico a frente a mí es todo lo opuesto a lo que imagine. No es un viejo verde, tampoco es un adefesio e incluso huele bien, por lo que me di cuenta al traerlo pegado a mi costado.

Henry es quien desvía primero sus ojos de los míos al quejarse cuando el doctor Park inyecta medicamento en su brazo y entonces me dedico a verlo nuevamente. Con su leve bronceado, pues a pesar de que su trabajo es bajo el sol, no me parece que tenga la piel tan oscura. Me ha sorprendido, llegue a pensar que olería a obrero o algo así, sin embargo pude oler aire en sus cabellos, sol y sudor en su piel y no me molestó… Todo lo que un hombre con trabajo físico debe exudar y oler.

Excitante. Y sus brazos. El que rodeaba fuertemente de mi cintura mientras lo sostenía de los hombros, fuertes y trabajados músculos, los sentí. Verlos ahora, todo eso que la ropa no dejaba ver, hace doler mi entrepierna nuevamente.

Giro rápidamente y camino hacia atrás del escritorio cuando el doctor Park se mueve, para tratar de ocultar mi erección.

― Hice todo lo que pude hacer. ―comienza a explicar el doctor―. Al parecer no tiene lesiones serias ni nada roto, solo dolor.
― Solo duele cuando me rio. ―lo veo decir con una risueña cara que va dirigida a mí.
― Pues no se ría, por ahora.
― No se preocupe, cuidare que no lo haga. ―digo seriamente.
― Le he aplicado algo para el dolor. Debe poder reír dentro de poco, señor Henry. Aunque lo he encontrado bien dentro de todo, sugiero que vaya al hospital para hacerle exámenes más a fondo y descartar cualquier golpe interno. Mientras tanto… Aun no entiendo cómo fue que pudo caerse, ¿Qué fue lo que pasó? ―a su pregunta, la mirada de Henry vuelve a encontrarse con la mía, evocando recuerdos y mis dudas sobre si alguna culpa pude tener, quedan despejadas.
― Los vidrios no bloquean todo. ―responde una vaga explicación.
― ¿Un reflejo de luz? ―me acerco nerviosamente al doctor, quien ya ha terminado de recoger sus cosas, para que se vaya―. Podría ser que eso lo sacara de su balance.
― Yo me encargaré de todo, doctor Park. ―sutilmente lo empujó hacia la puerta―. Haré que Mak obtenga una cita para el señor Henry y personalmente me lo llevaré.
― Bien, bien.

Termino por sacarlo de mi oficina, sintiendo un profundo alivio cuando cierro la puerta tras él. Me quedo un momento apoyado en la puerta, no sabiendo cómo tratar con Henry todavía, es obvio que él vio algo estando ahí colgado. Sin embargo me repongo rápido al escucharlo hablar primero.

― Por un momento pensé que se me saldría algo con su interrogatorio. ―sigue sentado en el sofá―. Fue una bonita vista la que tuve allá afuera. ―y ante mi desconcierto, él se disculpa―. Siento mucho haberte asustado, no fue mi intensión.
― Tú… ¿me tuteas? ―me separo de la puerta con el ceño fruncido mientras camino a donde él se encuentra.
― Creo que después de lo que compartimos… ―se extiende en el sofá, poniéndose cómodo. Sus manos juguetean de un lado al otro, como si estuviera tratando de quitar pelusa imaginaria sobre el respaldo, sintiendo la suavidad del sofá.
― ¿Cómo es que…? ―mi pregunta queda cortada, pues no sé cómo preguntar realmente, sin embargo Henry me responde adivinando mis pensamientos.
― Este tipo de vidrio no deja ver nada de lejos, estas a salvo, pero de muy cerca, tanto como yo lo estaba, puedes llegar a ver algo. ―por un momento, pienso que no logró ver lo que hacía―. La luz del sol ayudó a ver mejor en este caso.
― ¡Dios! ―mi esperanza se fue muy lejos.
― No te preocupes, no diré nada. También lo disfrute. No la caída, pero si lo demás. ―por alguna razón, le creo. Además, no es como si pudiera hacer gran cosa, él podría perder su empleo―. Además, ni siquiera sé tu nombre.
― Wang Zhou Mi, Director Ejecutivo. ―le digo recargado frente a mi escritorio, acercando la placa dorada donde se lee mi nombre y cargo.
― ¡Oh! No pensé que hubiera ejecutivos tan jóvenes y tan guapos. ― bien, me estaba halagando, así que con mi seguridad de vuelta, sabiendo que él llevaba las de perder… realmente deseaba comprobar si todo lo que vi a través del vidrio era real.

Un destello de deseo cruzo por sus ojos, supuse que quizás estaba teniendo los mismos pensamientos que yo, no podía ser otra cosa y sin temor a equivocarme, atravieso la oficina contoneando mis caderas lo más descarado posible, no me cuesta mucho trabajo esto; y pongo seguro a la puerta para que nadie interrumpa.

Justo cuando me doy la vuelta, dispuesto a sacarme todos estos pensamientos, me veo presa entre la puerta y su cuerpo. Creo que él se me ha adelantado.

Consigo tomar un respiro profundo antes de que tome mis labios. Poco a poco su cuerpo me incline hacia atrás dejándome a su altura facilitando más el beso, al menos para él, yo estoy haciendo malabares con mi cuerpo para no resbalar por la puerta como agua, por lo que me veo un poco entretenido por esta preocupación durante el beso, sin disfrutarlo mucho realmente. Esto lo nota, porque enseguida se separa de mis labios.

Su mirada, al parecer no está acostumbrado a malograr sus técnicas, ya que de pronto me siento rodeado por sus brazos y su boca invasora de nuevo sobre mis labios. De este modo y afianzado con mi espalda sobre la puerta, puedo sentir su boca demandante y su lengua separar mis labios, que al sentirla tan húmeda y deseosa, logra sacar un gemido de apreciación en su boca.

Ya ni sé que digo, estoy tan atontado y tan metido en lo que hace, que no me doy cuenta de cuando sus manos se metieron dentro de la parte trasera de mi pantalón.

― ¡Ah! Se siente tan bien. ― logro decir en cuanto suelta mi boca y mi respiración se calma un poco.
― Ven acá preciosura.

Jala de mi mano hasta llevarme detrás de mi escritorio, donde me deja recargado mientras Henry se sienta en la silla, la misma silla donde me vio hacer esas cosas sugestivas por su culpa.

Con algo de brusquedad, logra bajar mis pantalones y ropa interior, hasta sacarla junto con mis zapatos, dejándome solo son lo de arriba puesto que cae sobre mis muslos tapando muy apenas lo necesario. Me excita ver lo apurado que esta, la rudeza con la que me trata, y lo mejor viene después, cuando sus manos ásperas recorren mis piernas de abajo hacia arriba, moliendo un poco la carne en el camino.

― Abre las piernas encanto. ― me ordena y no logro creer como mi cuerpo ha reaccionado a su voz haciendo inmediatamente lo que ha pedido, cuando estoy acostumbrado a otro tipo de trato.

Queriéndome hacer el digno, estoy a punto de protestar, cuando su diestra boca, la misma que me había estado quitando la respiración por la boca, llega a mi pene y comienza a chupar.

― ¡Mhhmmm! ― a esta altura solo incoherencias salen de mi boca ―. ¡Oh, wow! ― atino a decir cuando siento el fondo de su garganta.

Sus manos aferradas a mis piernas con tanta fuerza, que se quedaran moretones mañana o por días, lo que hace que más satisfactorio este encuentro. Lo que me hace caer en la cuenta que su rudeza, saber que se trata de un simple limpia ventanas, hace más excitante todo esto y seguramente también es lo que no me ha dejado sacarlo de mi cabeza.

“A quien engaño.” Si tan solo tenerlo cerca me he sentido embriagado por su esencia, ese aroma a sol y aire, su rudeza y ese cuerpo que no era una mentira. Espero que todo lo que pude ver a través de la ventana resulte cierto, algo que me hace pensar que no he visto nada de su cintura para abajo.

― Hen… Henry… ― digo desesperado cuando siento colarse un dedo en mi parte trasera que me hace aferrar sus cabellos.
― Tranquilo, yo cuidaré de ti. ― me dice como si nada, como si yo fuera capaz de controlar lo que está por pasar a mi cuerpo.

Para mi está claro que no tengo control sobre mis pensamientos, mi sentir y mucho menos de mi cuerpo, en estos momentos todo está en sus manos, en sus fuertes brazos… y aquí comienzo a divagar de nuevo.

― Muéstrame encanto, muéstrame como te corres en mi boca. ― dicho esto, dos dedos más se movieron dentro de mí mientras me besa de nuevo levantándose de la silla.

Cuando termina, se vuelve a sentar para seguir trabajando mi pene con su boca, sus manos me agarran los glúteos con fuerza y, de repente, luces de colores invaden mi visión justo antes de correrme, que hacen imposible sostenerme en la posición, por lo que logro sostenerme del escritorio con mis manos recargadas hacia atrás.

Apenas logro tomar un respiro de mi agitado orgasmo, cuando intenta girarme sobre el escritorio.

― Date la vuelta. ― me ordena y poniendo su áspera mano sobre mi espalda desnuda, me obliga a inclinarme sobre el escritorio. En algún momento que no logro descifrar, ha subido la ropa sobre mi espalda dejándome expuesto y a su disposición.

“Me doy cuenta que Henry sabe lo que hace, y lo que quiere, yo lo quiero a él.”

Expongo más mi trasero ante él, abriendo más las piernas si es posible, solo para ser compensado por la humedad de su boca y su traviesa lengua haciendo estragos en mi entrada, quemando por dentro.

― Henry… por favor. Jodeme ya. ― atine a decir. Si bien Henry no me había dicho palabras sucias, a estas alturas, caliente y dispuesto como estoy, no me importaba.
― A eso voy, encanto.

Y así lo hizo, con una mano afianzando mi cadera y la otra sobre el escritorio haciendo fuerza mientras se empujaba contra mi entrada ensalivada, dolorosamente lento, caliente y abriéndose paso en mi interior mientras que con su pene él me abría. Casi siento como soy partido en dos.

Tan lleno, tan colmado, me rindo a su voluntad entretanto Henry me penetra con su gran pene, que afortunadamente resulta ser tal y como lo imagine.

Como puedo me sostengo del escritorio de sus empujes y dejo salir los gemidos de mi boca sin vergüenza. Henry suspira, besa la piel desnuda sobre mi espalda sin lugares específicos, el fuerte agarre en mi cintura… ¡Rayos! Hasta logro ver como saltan las venas de su otro brazo que se agarra al escritorio, que solo aumenta mi excitación.

Me empujó hacia él en cada estocada, alcanzándolo en el camino, hasta que sin querer, logro que caiga sentado sobre la silla. Henry no hizo por soltarme así que he caído con él, clavándome su pene hasta lo más profundo.

― ¡Dios! ― alcanzo a decir.
― No Dios, mi nombre es Henry. ― lo dice de burla.
― Tonto. Ahora mismo te voy a mostrar quien de los dos aquí lo es. ― y no es por fanfarronear, hasta el momento me había dejado hacer, pero en este punto, lo quiero hacer gozar tanto como él lo ha hecho conmigo. ― Tú dirás quién es el Dioso al final.

Sosteniéndome de los reposa brazos y ayudándome de mis largas piernas afianzadas en el suelo, comienzo a subir y bajar sobre su pene, tratando de acostumbrarme a la nueva posición para empezar. Habiendo agarrado el gusto nuevamente, contraigo mi entrada mientras muevo mis caderas en círculo sobre su pene, haciendo presión y seguramente succionándolo. Esto y otras cosas, que he aprendido a lo largo de los años.

Henry enseguida pierde la compostura.

― ¡Por favor! ¡Dios, Mimi!
― Lo sé, lo sé. ― le digo fanfarroneando, pero la verdad es que el que me llamara “Mimi” me derritió.

Recargo mi espalda sobre su pecho cuando me hago hacia atrás, giro mi cabeza buscando su boca. Henry enseguida responde el beso y sus caderas cobran vida de nuevo empalándome con movimientos rápidos y erráticos. Es cuando sus rasposas manos, toman con rudeza mi pene para comenzar a masturbarme al ritmo de sus estocadas, que comienzo a correrme. Segundos después, Henry comienza a correrse también dentro, llenando mi interior.

Agitado y cansado por el orgasmo, me abandono sobre su cuerpo cuan largo soy, hasta que los besos de Henry en mi nuca y cuello, me hace girar hacia él y volver a tomar sus labios.

― Es la mejor corrida que he tenido en mi vida. ― me dice en cuanto nos separamos.
― Dímelo a mí, estoy chorreando y mi trasero ha sido bien usado.
― ¿Te gusta hablar sucio?
― A ti, ¿no? ― mi voz suena algo decepcionada.
― De haber sabido. ― ante mi cara interrogante, Henry agrega ―, Me estuve conteniendo de decir palabrotas por ti.
― ¿Por mí? ― pregunto igual de confundido que antes.
― Eres el jefe, director ejecutivo. Aunque me digas que no eres de esos que pasan con la nariz estirada, has de estar acostumbrado a otro trato. Te ves todo elegante y refinado, y yo…
― Tú me has dado la mejor jodida de mi vida. ¿Feliz? ― le interrumpo.
― Un poco. ― y una pequeña sonrisa comienza a formarse en sus labios ―  Me encantas. ― suelta de repente.

Aún tengo su pene en mi interior, además que estoy pegado a él, Henry me sostiene con ambos brazos sobre su regazo. Lo que me hace fijarme en las venas saltonas de sus brazos. Eso es sexy para mí. Así que no puedo dejar de pasar mis dedos por sobre ellas, en una caricia suave y casi tierna, lo que es muy opuesto a lo que acabamos de tener aquí.

― Podríamos quedarnos así por días, pero... ― lo escucho decir.
― ¡Oh, cielos! Es cierto, tú no te sentías bien. ― hago el intento por levantarme pero Henry no me deja.
― No lo digo por eso. El medicamento que hizo el doctor hizo efecto hace mucho.
― ¿Entonces? ― pregunto curioso.
― Es tu oficina, que tal si llaman a la puerta y viene alguien. Usted es…

Sin mucha delicadeza y cuidado, mi mano va a parar a su boca para callarlo. De pronto sus palabras me hicieron sentir como si estuviera haciendo algo malo y no me gusto para nada.

― Tú, deja de preocuparte. ― le ordeno con el ceño fruncido y voz autoritaria.
― Esta bien.  ― dice por primera vez desde que entro a mi oficina con voz sumisa.
― Por algo soy el jefe aquí. Mi oficina, mi escritorio… ¡Qué voy hacer! Mi ropa esta toda arrugada. ― de pronto cambio el tema, haciéndome el divertido. ― ¿Qué propones, Henry? ― le pregunto como si tratáramos de un negocio de gran importancia.
― Podríamos quedarnos aquí hasta que el sol se oculte, como pensé en primer lugar, y después cuando se haga de noche, salir sin que nadie nos vea.
― Tu propuesta me gusta. ― le digo girándome un poco sobre sus piernas, logrando sacarle un gemido.
― Mimi… ― me dice con los ojos muy abiertos, al sentir como su pene cobra vida de nuevo.
― Y que vamos a hacer todo este tiempo. ― pregunto con fingida inocencia.
― Se me ocurren algunas sucias ideas. ― me dice con sus ojos llenos de lujuria renovada, que no lo dudo por un momento.

¡Dios mío! Ya perdí la vergüenza. Me veo perdido en sus besos y expuesto ante él, a algo que nunca hubiera considerado hacer en mi vida, con una persona que habría descartado con tan solo verla. Pero sucedió, y no solo mi trasero parece a punto de explotar, mi corazón también cada que esas rasposas manos acarician mi piel o se ponen rudas con mi cuerpo.

Pensar que todo comenzó con una simple comida en mi oficina y por tener trabajo extra, termine siendo “comido” sabrosamente.



FIN

Comentarios

  1. O____O
    Este Mimi calenturiento, casi mata a Henry(?) jajajajaja
    Que bonitos!!!!
    Me gusto muchooooooo!!:)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario